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El siguiente trabajo de Hércules era cazar la cierva dorada del monte Cerinia. Esta cierva tenía los cuernos de oro y las pezuñas de bronce y era más grande que un toro. Ella vivía con cuatro machos, pero un día Artemisa decidió cazarlo y escapó la hembra. Se refugió en el monte Cerinia y desde entonces Artemisa la protegía.
Hércules la estuvo persiguiendo durante un año, pero ya se cansó y un día la cierva se paró para beber y Hércules le disparó con su arco y le dio entre los huesos y los tendones de su pata sin sangrar.
La llevaba a cuestas y le salió un mujer en el camino. Le amenazó que si había derramado sangre moriría. Esta mujer era la diosa Artemisa. Él le dijo que fue Euristeo quien le mandó que cazara la cierva. Ella comprobó que Hércules decía la verdad y le pidió que cuando le enseñara la cierva a Euristeo la pusiera en libertad y así lo hizo.
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